Aunque las catalogaciones varían entre asociaciones y publicaciones, una de las más extendidas es la siguiente:
- Abuso físico: es el más claro de identificar, puesto que se puede ver a simple vista. En este caso, la persona maltratadora inflige daño a través de empujones, bofetadas, puñetazos, etc.
- Abuso psicológico/emocional: es un tipo de maltrato más sutil y uno de los más difíciles de reconocer. Consiste en insultar, gritar, amenazar, humillar, ignorar, desprestigiar a la persona mayor. Además, conseguir su aislamiento también entra dentro de esta categoría, puesto que el afectado o afectada se ve incapaz de pedir ayuda.
- Abuso sexual: en este caso, el maltratador o maltratadora obliga a la persona mayor a realizar prácticas sexuales sin su consentimiento.
- Abuso económico/financiero: los hay de dos tipos. Por un lado, el que la familia o la persona que cuida produce a la persona mayor, instándole a firmar cosas que desconoce, apropiándose de su dinero sin su consentimiento o directamente haciéndolo desaparecer. Por otro, también está el que imprimen las propias instituciones (residencias), especialmente si son privadas, para aprovecharse de las familias con situaciones delicadas.
- Negligencia: incapacidad del cuidador o cuidadora para hacerse cargo de los cuidados que requiere la persona mayor. Puede darse a tres niveles: física (no proporcionarle la medicación correcta), psicológica (ignorándola) o económica (privándole de un bienestar que necesita, como puede ser una habitación mejor).
- Autonegligencia: la persona es la que toma decisiones que pueden atentar contra su seguridad, salud y/o bienestar, como no querer tomarse la medicación adecuada o desatender las necesidades de su propio hogar.
- Abandono: es uno de los más recurrentes. Consiste en dejar a la persona mayor sola, sin posibilidad de hacer planes o de acudir a alguien si necesita ayuda de cualquier índole.
En definitiva, todos ellos suponen una vulneración expresa de los derechos de las personas mayores.