La histórica renuncia de Benedicto XVI ha dejado más abierto que nunca un cónclave del que saldrá un el pontífice encargado de dar un nuevo impulso a la Santa Sede en pleno siglo XXI. Aislados del mundo en la Capilla Sixtina, 115 cardenales eligen al nuevo papa de la Iglesia Católica en un proceso con una cuidada escenografía que lleva atrayendo a millones de católicos durante siglos. Éstas son las principales claves para entenderlo.
Este cónclave es el más abierto de las últimas décadas debido a que no existe un sucesor claro señalado por el anterior papa, al contrario de lo que pasó con Joseph Ratzinger, el hombre fuerte del pontificado de Juan Pablo II. Además, la posibilidad de que el nuevo papa no sea ni italiano ni europeo gana fuerza ante una Iglesia Católica que quiere hacerse más global.
Antiguo patriarca de Venecia y trasladado por Benedicto XVI a la mayor diócesis de Italia, Scola está en la ‘pole position’ de ‘papables’. De la misma línea de pensamiento conservador que Benedicto XVI, es también firme defensor de los inmigrantes.
Benedicto XVI ha querido distinguirle al hacerle responsable de sus últimos ejercicios espirituales. Considerado como del ala moderada del Vaticano, su opción sería también atractiva para los no creyentes por su interés por el mundo contemporáneo.
De carácter afable y amplio conocimiento de la curia (fue número dos del Vaticano durante el papado de Juan Pablo II), Sandri garantizaría la apertura a Latinoamérica sin perturbar el ‘establishment’. Su principal valedor es Ángelo Sodano.
Cumple de sobra todos los requisitos para encabezar un cambio de rumbo en el Vaticano: Relativamente joven, con alta formación teológica y dirige con éxito la mayor diócesis del país con más millones de católicos, Brasil.
Está formado por 208 cardenales o príncipes de la Iglesia, pero no todos pueden entrar en las votaciones en la Capilla Sixtina. Superar los 80 años de edad les impide formar parte de la decisión.
El derecho a voto los subdivide en Cardenales electores y Cardenales no electores
Es el jefe de Estado del Vaticano hasta que se elija nuevo Pontífice y también secretario de Estado nombrado por Benedicto XVI. Durante la Sede Vacante, debe certificar la muerte del Pontífice y destruir el Anillo del Pescador. Vela por la confidencialidad del Cónclave y toma juramento, bajo pena de excomunión incluso a los empleados de la limpieza para que no revelen detalles de lo que pasa dentro. Levanta el acta final con el resultado de todas las votaciones una vez hay papa.
Al tener más de 80, no asistirá al cónclave. Es cardenal obispo de Ostia y el rostro público del colegio cardenalicio. Preside la Congregación General de Cardenales y pronuncia la misa pro eligendo papa, una homilía que puede marcar la reunión. Su influencia dentro del Colegio Cardenalicio es evidente, casi tanto como las tensiones que mantiene con Tarcisio Bertone.
Asume las funciones de Sodano, ausente por ser mayor de 80 años. Dirige en procesión a los cardenales hacia la Capilla Sixtina cantando el ‘Veni Creator’. Es cardenal de la Iglesia suburbicaria de Sabina-Poggio Mirteto y prefecto emérito de la Congregación de los Obispos. Debe tomar juramento a cada uno de los cardenales electores y preguntará al elegido si acepta su designación como papa y su nuevo nombre. En caso de que el elegido no sea obispo, le ordenará como tal.
Antes de ejercer su derecho a voto, los cardenales electores están obligados a realizar dos juramentos. Uno global, comprometiéndose a guardar silencio sobre lo que acontezca dentro de la Capilla Sixtina. Otro individual, aceptando desempeñar fielmente el cargo en caso de ser elegido.
Antiguamente, un papa era elegido o por aclamación, o por compromiso o por escrutinio.
Este último es el único sistema vigente hoy en día.
Antes de salir de la Capilla Sixtina, el Maestro de las Celebraciones Litúrgicas y sus Ceremonieros reparten entre dos y tres papeletas a cada cardenal.
Hay sesiones de votación por la mañana y por la tarde, realizándose dos votaciones en cada una de ellas.
El escrutinio de los votos tiene tres fases: la mezcla y el recuento de las papeletas, el escrutinio propiamente dicho y la revisión de los resultados.
Cada jornada del cónclave se organiza por sesiones (una de mañana y una de tarde). En cada sesión se producen dos votaciones excepto en la primera, que se celebra en la tarde que comienza el cónclave y solo consta de una votación.
Después de la revisión del resultado y antes de que los cardenales electores abandonen la Capilla Sixtina, todas las papeletas son quemadas por los escrutadores.
En el caso de que fuese la primera votación de la sesión y hubiese que proceder a una segunda, las papeletas de la primera votación se quemarán sólo al final, junto con las de la segunda votación.También se quemarán todas las notas que hayan tomado los cardenales relativas a los escrutinios.
Tradicionalmente, las papeletas se queman en una estufa. Si ningún candidato lograba los votos necesarios se le añadía paja mojada para que el humo que saliese fuese negro (fumata negra). Si había un nuevo pontífice la paja era seca para que emitiese humo blanco (fumata blanca).
Por primera vez este cónclave tendrá dos estufas: una para quemar las papeletas y otra independiente que emita humo negro o blanco para evitar las confusiones de otros cónclaves, cuando el humo salió gris en vez de blanco.
Los últimos cónclaves no han necesitado de muchas votaciones para elegir nuevo pontífice: Benedicto XVI salió elegido a la cuarta, al igual que Juan Pablo I. Hasta ocho votaciones necesito Juan Pablo II, mientras que Pablo VI fue elegido a la sexta vuelta. Algunos de los cónclaves más largos del siglo fueron el de Juan XXIII, elegido en la undécima votación, y el de Pío XII, que necesitó 14 escrutinios para ser 'coronado' papa.
Una vez que es elegido un nuevo papa el cardenal Camarlengo elabora el único documento escrito de la elección, un informe donde se detalla el resultado de cada sesión. Este escrito es entregado al papa y después se conserva en el archivo durante 50 años, cerrado en un sobre sellado y no podrá ser abierto a no ser que el Sumo Pontífice lo permita explícitamente.
Tras la aceptación y antes de presentarse ante sus fieles, el papa accede a la sacristía de la Capilla Sixtina, conocida como “sala de las lágrimas”. Allí, el papa, ayudado por el Maestro de Ceremonias y el Camarlengo, se enfunda los hábitos papales.
Cuando un candidato obtiene al menos ⅔ de votos, se inicia el protocolo de aceptación. El elegido es preguntado si acepta el cargo y debe elegir su nombre como Sumo Pontífice. Afuera, en la plaza de San Pedro, le espera el pueblo para aclamar a su nuevo Papa.
El nuevo papa será el líder espiritual de una iglesia con millones de creyentes en todo el mundo y, a la vez, el jefe de estado de un país de récords y singularidades: es el más urbanizado y el más pequeño del mundo (44 hectáreas ubicadas en el centro de Roma), la única teocracia de Europa y el único sitio de todo el planeta donde el latín sigue siendo lengua oficial.
Durante siglos, los obispos de Roma fueron los señores de los Estados Pontificios, que abarcaban todo el centro de Italia y se comportaban como políticos de su tiempo, recurriendo a alianzas e incluso a guerras con otros príncipes europeos para proteger su territorio.
Sin embargo, su poder terrenal acabó en 1870, cuando el rey Victor Manuel II de Saboya declaró Roma capital del nuevo estado italiano. El entonces papa, Pío IX, se convirtió entonces en un ‘okupa’ de San Pedro a la espera de que su poder secular volviera tarde o temprano.
En 1929 el fascista Benito Mussolini, entonces primer ministro italiano, reconcilió a Italia y a la Iglesia con un acuerdo que reconocía la independencia y la soberanía de la Santa Sede, ubicada en la Ciudad del Vaticano. A cambio, la Iglesia reconocía el estado italiano y acordaba con él un concordato que definía sus relaciones civiles y religiosas.
De esta forma nació la Ciudad del Vaticano, una ciudad dentro de una ciudad, que solo ha tenido un gobernador, el marqués Camillo Serafini. Cuando este murió el cargo quedó vacante y esa función pasó a un organismo que se renueva cada cinco años y que está dirigido por un cardenal que depende directamente del Papa.
La Santa Sede es el estado al que pertenece la Ciudad del Vaticano y su gobierno está en manos de la Curia romana, un complejo engranaje de organismos que se encargan del gobierno y de la doctrina de la Iglesia Católica.
Organigrama vaticano:
La Curia se organiza en nueve dicasterios, que son como ministerios de un gobierno que se dedican tanto al gobierno interno de la Iglesia y el Vaticano como a la difusión y mantenimiento de la doctrina católica. Los dicasterios más importantes son dos: la Secretaría de Estado y la Congregación para la Doctrina de la Fe.
La Santa Sede cuenta con una policía propia, la inconfundible Guardia Suiza, un sistema judicial que es el vehículo habitual para pedir la nulidad matrimonial y, sobre todo, un patrimonio histórico de valor económico incalculable.
La vestimenta del Papa es fiel reflejo del gusto por los ritos y las tradiciones de la Iglesia Católica, aunque no siempre los papas han vestido de blanco. Hasta 1276, el Sumo Pontífice también lucía en sus hábitos el rojo púrpura que hoy en día utilizan los cardenales durante el Cónclave, símbolo de la "sangre derramada por Dios". El color rojo hoy en día solo permanece en los zapatos. Conoce uno a uno los elementos que componen el 'uniforme' de papa.
Benedicto XVI ha previsto que los dos candidatos entre los que tienen que elegir los cardenales a partir de la votación 34 no tengan derecho a voto. Además, tendrán que ser elegidos con dos tercios de los votos y no por mayoría absoluta como ocurría en la época de Juan Pablo II.
Tras estar todas las papeletas en la urna, el primer escrutador la mueve varias veces para mezclar las papeletas e, inmediatamente después, el último escrutador procede a contarlas, extrayéndolas de manera visible una a una de la urna y colocándolas en otro recipiente vacío, ya preparado para ello.
Si el número de las papeletas no corresponde al número de los electores, hay que quemarlas todas y proceder inmediatamente a una segunda votación; si, por el contrario, corresponde al número de electores, se continúa el recuento.
Los escrutadores se sientan en una mesa colocada delante del altar.
Invalida el voto detectar dos papeletas dobladas de modo que parezcan rellenadas por un solo elector o dos nombres en una única papeleta. Estos hechos invalidan votos pero no anulan la votación
Cada voto escrutado es perforado con una aguja y cosidos unos a otros, para ser conservados con más seguridad.
Los Escrutadores hacen la suma de todos los votos que cada uno ha obtenido, y si ninguno ha alcanzado los dos tercios de los votos en aquella votación, el Papa no ha sido elegido
En cambio, si resulta que alguno ha obtenido los dos tercios, se tiene por canónicamente válida la elección del Romano Pontífice.
En ambos casos, los Revisores deben proceder al control tanto de las papeletas como de las anotaciones hechas por los Escrutadores, para comprobar que éstos han realizado con exactitud y fidelidad su función.
“Todos y cada uno de nosotros Cardenales electores presentes en esta elección del Sumo Pontífice prometemos, nos obligamos y juramos observar fiel y escrupulosamente todas las prescripciones contenidas en la Constitución Apostólica del Sumo Pontífice Juan Pablo II, Universi Dominici Gregis, emanada el 22 de febrero de 1996. Igualmente, prometemos, nos obligamos y juramos que quienquiera de nosotros que, por disposición divina, sea elegido Romano Pontífice, se comprometerá a desempeñar fielmente el « munus petrinum » de Pastor de la Iglesia universal y no dejará de afirmar y defender denodadamente los derechos espirituales y temporales, así como la libertad de la Santa Sede. Sobre todo, prometemos y juramos observar con la máxima fidelidad y con todos, tanto clérigos como laicos, el secreto sobre todo lo relacionado de algún modo con la elección del Romano Pontífice y sobre lo que ocurre en el lugar de la elección concerniente directa o indirectamente al escrutinio; no violar de ningún modo este secreto tanto durante como después de la elección del nuevo pontífice, a menos que sea dada autorización explícita por el mismo Pontífice; no apoyar o favorecer ninguna interferencia, oposición o cualquier otra forma de intervención con la cual autoridades seculares de cualquier orden o grado, o cualquier grupo de personas o individuos quisieran inmiscuirse en la elección del Romano Pontífice.”
A continuación, uno a uno, cada cardenal tomará la palabra y poniendo la mano sobre los Santos Evangelios jurará siguiendo esta fórmula:
“Yo, -pronuncia su nombre- Cardenal de -pronuncia el nombre de su diócesis- prometo, me obligo y juro". Luego, poniendo la mano sobre los Evangelios, añadirá: "Así Dios me ayude y estos Santos Evangelios que toco con mi mano.”
Anuncia al mundo el nuevo papa desde el balcón de San Pedro con la fórmula latina: “Habemus Papam”. También pronuncia una exhortación espiritual durante el cónclave si se alarga la votación. Tauran entró en la curia de mano de Juan Pablo II y está señalado como uno ‘papables’. Ha pedido transparencia sobre el informe del caso ‘Vatileaks’.
Pronuncia la fórmula ‘Extra Omnes’ para vaciar de no electores la Capilla Sixtina y reparte las papeletas entre los cardenales. Al iniciarse la votación, abandona la Capilla Sixtina pero será testigo de la aceptación del cargo. Marini ocupa este cargo desde 2007 y está vinculado al cardenal Bertone, de quien fue secretario.
Acompaña al maestro de celebraciones litúrgicas. Tras el escrutinio, ayuda a los cardenales escrutadores a quemar las papeletas. Al elegir un nuevo papa, es testigo junto al maestro. - Baldisseri era hasta hace unos meses nuncio en Brasil, el país con más católicos del mundo, y tiene una amplia experiencia diplomática.
Debe velar por el secreto y la confidencialidad en el exterior de la Capilla Sixtina y junto a su superior, el Camarlengo, pone en marcha la organización del cónclave. Celata es obispo de Doclea y secretario del Consejo Pontificio para el Diálogo Religioso. Forma parte del ala diplomática del Vaticano.
Acoge la Misa votiva «Pro eligendo Papa» el primer día de cónclave y es celebrada por el Decano del Colegio de Cardenalicios. Debe realizarse a ser posible en una hora adecuada de la mañana de modo que en la tarde puedan comenzar las votaciones.
Lugar donde se realizan las votaciones. Según la constitución apostólica de 1996, celebrar la votación aquí contribuye a hacer más viva la presencia de Dios. Es un lugar absolutamente reservado hasta el final de la elección, de tal modo que se asegure el total secreto de lo que allí se haga o diga de cualquier modo relativo, directa o indirectamente, a la elección del Sumo Pontífice.
Residencia vaticana donde son alojados los miembros del Colegio Cardenalicio durante la celebración del Cónclave. Tal y como fue dispuesto por Juan Pablo II, retiran de las estancias durante el cónclave los teléfonos, televisiones, radios y cualquier otro medio que pueda violar la confidencialidad de la votación.
Lugar donde se celebran las congregaciones generales de los inicio, previas a la elección del nuevo Papa. De su capilla Paulina salen el primer día de elección los inicio electores, vestidos en hábito coral y caminando en solemne procesión hasta la Capilla Sixtina. Invocan con el canto del Veni Creator la asistencia del Espíritu Santo en el desarrollo de la elección.
Considerado ‘hijo espiritual’ de Benedicto XVI, del que fue alumno, Schönborn se ha destacado por ser una de las voces más críticas ante los escándalos de abusos y el caso Vatileaks. Sus palabras, sin embargo, le han granjeado enemigos dentro de la curia.
Durante años fue el cardenal más joven pero ahora cuenta con el aval de ser el presidente de la conferencia episcopal europea, la que tiene más representantes, y el ‘caché’ de haber desarrollado su labor durante la dictadura comunista.
Este arzobispo canadiense goza de una de las posiciones más importantes de la Curia y cuenta con varios elementos a su favor: ideología conservadora, conocimiento del Vaticano y procedente de América, el continente con más católicos que reclama un papa.
Defensor de una iglesia más abierta y transparente, este capuchino de aspecto humilde ha logrado limpiar una archidiócesis salpicada por escándalos de pederastia y parece el mejor situado entre los cardenales de EE.UU., por delante de Timothy Dolan.
Conservador y carismático -algunos le comparan con Juan Pablo II- Tagle sería la sorpresa en un cónclave donde se mira a América. A favor, su tirón popular y el peso católico de Filipinas. En contra, su juventud e inexperiencia dentro de la curia.
El hombre que tiene más posibilidades de convertirse en el primer papa negro desarrolló una carrera fulgurante en África antes de entrar en la curia. De ideas conservadoras, sus palabras sobre la homosexualidad y el Islam juegan en su contra.