Nelson Mandela es, por encima de todo, el personaje histórico que mejor resume las luces y las sombras del siglo XX. Sufrió la opresión de un régimen totalitario y eso le llevó a justificar la lucha armada. Pasó gran parte de su vida en la cárcel, pero tuvo la generosidad del gran estadista. Logró contener el instinto vengativo de sus compañeros para poder abrazar a sus viejos opresores
Así es y será Nelson Mandela. Madiba para los suyos. Un hombre encadenado a un sueño, que supo ganarse al mundo con un millón de detalles que se resumen en su sonrisa. Una sonrisa que, desde hoy, ya es eterna.
José Antonio Guardiola.
Director de En Portada
Al caer el Apartheid la economía sudafricana estaba al borde del colapso. El boicot impuesto por las potencias occidentales para forzar la caída del régimen hundió al país en la recesión, la inversión extranjera entró en valores negativos y la inflación rozó el 15%.
La llegada de la democracia ha supuesto un relativo éxito macroeconómico: el PIB ha crecido de forma sostenida en los últimos 20 años (con picos del 5% antes de la crisis de 2008), la renta per cápita casi se ha multiplicado por tres y el país se ha convertido en miembro del exclusivo grupo de países emergentes (Brics), atrayendo a los capitales extranjeros. Sin embargo, la desigualdad y la pobreza siguen siendo problemas endémicos: las diferencias entre ricos y pobres han aumentado y el desempleo roza el 25%.
El brillo de la nueva Sudáfrica ha quedado oscurecido por un dato para la vergüenza: ser el primer país en número de contagios y de muertes por sida en el mundo. La falta de una política de control y concienciación, junto con declaraciones irresponsables de sus propios dirigentes políticos como el expresidente Thabo Mbeki han dejado al país con datos que hablan por sí solos: si en 1990 apenas hubo 2.200 muertos por el VIH, en 2011 fueron 270.000, un 12.000% más.
Además, el sida ha provocado que otros indicadores de salud releguen al país al furgón de cola mundial: la esperanza de vida ha bajado seis años pese a la caída del Apartheid, la incidencia de la tuberculosis se ha triplicado y la mortalidad materna ha crecido. Pese a estas circunstancias, el gasto en sanidad apenas se ha movido: de un 7,4% a un 8,5%.
Cuando llegó al poder, Nelson Mandela insistió en que uno de los grandes retos que afrontaba era el de la educación. Convertida en instrumento de dominación de la minoría blanca –que relegaba a los negros a una peor formación para mantener su hegemonía económica- los nuevos gestores tenían el reto de empezar a darle la vuelta a la situación.
Dos décadas después el balance es mixto: por un lado ha aumentado espectacularmente la escolarización de los menores de cinco años y se ha reducido el ratio de profesores por alumno, pero sigue habiendo muchos niños fuera de la escuela y el gasto en educación no solo no ha aumentado sino que ha menguado ligeramente.
La liberación de Nelson Mandela fue un clamor mundial en los años 80, cuando conciertos masivos movilizaron a artistas de todo el planeta. Tras salir de prisión su fama no hizo más que aumentar, convirtiéndose en un auténtico icono global del triunfo de la libertad con el que políticos, actores y cantantes se pelearon por hacerse una foto.
Las palabras del líder sudafricano han inspirado a varias generaciones en todo el planeta
Si algo me han enseñado 27 años en prisión fue a usar el silencio de la soledad para entender cuán valiosas son las palabras y cómo un discurso auténtico afecta a la forma en que la gente vive y muere.
Los auténticos líderes deben estar preparados para sacrificarlo todo por la libertad de su pueblo.
Las dificultades han quebrado a muchos hombres pero han formado a otros. Ningún hacha es lo suficientemente afilada para cortar el alma de un pecador
que sigue intentándolo, alguien armado con una esperanza que mantendrá
hasta el final.
Cuando se escriba la historia de nuestros tiempos, ¿seremos recordados como la generación que dio la espalda a un momento de crisis global o seremos recordados como los que hicimos lo correcto?
Nunca pienso en el tiempo que he perdido. Solo cumplí un programa porque estaba allí, planeado para mí.
Una preocupación fundamental por la vida de los otros, tanto a nivel personal como comunitario, avanzaría un gran trecho a la hora de hacer el mundo ese lugar mejor en el que todos soñamos.
Cualquiera puede superar las circunstancias y tener éxito si tiene dedicación y pasión por lo que hace.
Nunca he visto a ningún hombre como mi superior, ni dentro ni fuera de prisión.
La muerte es algo inevitable. Cuando un hombre ha hecho lo que consideraba su deber para su pueblo y su país, puede descansar en paz. Creo que he hecho ese esfuerzo y es por eso por lo que, por tanto, dormiré por toda la eternidad.
Lo que cuenta en la vida no es el mero hecho de haber vivido sino haber cambiado la vida de los demás.
Guión: José Antonio Guardiola
Realización: Susana Jiménez Pons
Imagen: Ramón Senent
Sonido: Juan A. Barroso
Montaje: Joaquín Alderete
Guión: Alberto Fernández / Miriam Hernanz
Realización: César Vallejo / Miguel Campos
Diseño: Ismael Recio
Desarrollo: Departamento técnico Lab RTVE.es