Buscarse la vida. Esa es la profesión de la gran mayoría de los haitianos, que vieron cómo sus puestos de trabajo desaparecieron de la noche a la mañana tras el seísmo del 12 de enero de 2010. Es el caso de Louissant, un mecánico que perdió su taller y que ahora, para sobrevivir, improvisa.

En un país en el que la tasa de desempleo ronda el 40%, él puede sentirse afortunado. Atiende a sus clientes en medio de la calle, en la Grand Rue, una avenida en la parte baja de la ciudad.

Pese a las carencias, no le va mal: puede ganar 750 gourdas (15€) al día, cuando el sueldo medio en Haití es de 400 gourdas (8€) a la semana para quien tiene un empleo.