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Yadira Taberner Sánchez
Mecánica de automoción
Cuando era pequeña me encantaba correr y superarme. Siempre intentaba llegar en menos tiempo a ese punto, daba igual cómo fuese: corriendo, en patines o en kart.
Con el tiempo, mis amigos comenzaron a dividirse: chicas por un lado y chicos por el otro. Ellas se sentaban en los patios y ellos jugaban al futbol.
Yo nunca entré en esos roles, siempre hice lo que quise. Practiqué karate, jugué a futbol y acabé estudiando mecánica, primero el ciclo medio de electromecánica y después el superior de automoción.
En clase, éramos solo tres chicas.
Siempre me llamó la atención reparar cosas, abrir aparatos y ver qué había dentro. Entré en el mundo de la competición mientras acababa mis estudios.
Soy comisaria técnica en la Federación de Automovilismo y hago revisiones de los karts que compiten, revisando que cumplan la normativa. Para mí, ha sido la mejor forma de aunar mi hobby con mi trabajo.
Ahora trabajo en la ITV como inspectora mecánica y continúo con mi afición por la competición.
En el taller, somos cuatro mujeres.
Nunca me ha gustado que me dijeran que no podía hacer algo.
Si alguien lo hace, yo también puedo.
Natalia Vicente Pérez
Estibadora
Hace casi una década que me admitieron en la bolsa de estibadores del puerto de València y me planteé que este iba a ser mi modo de vida.
El requisito era tener los carnets de vehículo, estudios elementales y realizar las pruebas.
Las primeras jornadas con el camión, estaba acobardada. Todavía llevaba la L en el coche y en seis meses me saqué todo los carnets. Yo iba siempre en moto o en bici y de repente te ves ahí en medio, conduciendo un tráiler.
Tú, un elemento diminuto, con una tensión enorme. Había gente muy mañosa, y yo aún me veía insegura.
Hay especialidades distintas: colocar las fijaciones que unen los contenedores de los barcos, cargar y descargar vehículos en los buques, trincar los coches dentro del barco... todo a un ritmo frenético.
En el puerto, todo lo que se mueve son toneladas, maquinaria pesada, todo es muy grande. El primer día me sentía insignificante, muy nerviosa. Fue como volver a la acción y es muy gratificante; verte capacitada para un trabajo que te abre otro mundo, que requiere un equilibrio entre esfuerzo intelectual y físico.
Formas parte de una colla de compañeros, trabajando en igualdad. Cuando te han conocido y ven que trabajas igual que ellos, que llegas a los mismos objetivos y que sumas, que te lo reconozcan es muy satisfactorio.
Ahora me he planteado hacer la formación de la trinca, uno de los trabajos más duros. Consiste en poner los anclajes de los contenedores al barco. En el comité de empresa me apoyan y los compañeros me ven con potencial.
“Si yo puedo hacerlo, tú también”
Yara Serrano González
CEO de un equipo de eSports
Vine al mundo un soleado 30 de agosto de 1986, en Elche. Desde bien pequeña dejé claro que yo gobernaría mi mundo. Creé mis propias normas y siempre he seguido mi instinto en todas las decisiones que he tomado en mi vida.
Siempre he estado muy vinculada al deporte, siendo aún niña, practicaba escalada y montañismo. También fui jugadora profesional de balonmano con el equipo de mi colegio.
En la actualidad, practico deporte a diario y me gusta probar nuevas experiencias deportivas.
Estudié publicidad y relaciones públicas, aprendí a venderme, a conocerme como si fuera un producto de marketing y a analizarme a mí misma para mejorar mis defectos e incrementar mis virtudes. Las conclusiones, me llevaron a mi segunda carrera: periodismo.
Pasé de la escritura a la televisión y la comunicación oral se convirtió en mi punto fuerte. Ejercí durante años de periodista deportiva, recuerdo con especial cariño las horas de grabación de los entrenamientos y las guardias que hacíamos a los jugadores más famosos y polémicos pero pronto, sentí la necesidad de algo más.
Quería ser ejecutiva, pasarme al otro lado. Y me focalicé. Me formé con un máster de gestión deportiva y, con 26 años, me puse al frente de la residencia de alto rendimiento de la Petxina. Este ha sido el verdadero máster de mi vida, no solo por lo que he aprendido de contabilidad, de gestión y de recursos humanos, sino por la experiencia de ver a deportistas formarse y alcanzar metas tan bonitas como llegar a unos juegos olímpicos.
De esta vinculación con la Petxina nace mi primer contacto con los eSports, cuando un amigo me habló de este deporte tan reciente. Con la adquisición de NeverBack Gaming, comenzó la faceta más inesperada de mi vida: gestionar un club de jugadores de videojuegos. Y si en la Petxina puse mi cabeza, en el equipo puse mi corazón.
No recuerdo haber llorado tanto como cuando perdimos la mítica final de los playoff de ascenso de League of Legends. O dar saltos de alegría como cuando ganamos la plaza de Clash Royale para Superliga Orange.
Estas experiencias no solo han formado parte de mi trabajo: han sido parte de mi vida personal, dejando huella en mí y llenando mi mochila de momentos divertidos, y de otros momentos duros en los que he caído y me he vuelto a levantar.
Con esta filosofía afronto los nuevos retos que, seguro, están por llegar y hacer más grande mi mochila de la vida.
Rakel Cernicharo Soriano
Chef
Mi nombre es Rakel Cernicharo, soy chef y propietaria del restaurante Karak en Valencia.
De pequeña me gustaba cantar, pintar, escribir y cocinar aunque la cocina venció las demás artes y encontré en ella la manera de expresar mis emociones.
Empecé de muy niña, dando de comer a mis muñecas.
Años después estudié cocina en una escuela de prestigio de Valencia y al acabar me monté mi propio restaurante, con unos 21 años.
Duro trabajo, realmente. Sacrifiqué mi vida personal, mi mundo interior y a todas las personas que me quieren, por un proyecto que no sabía si saldría y que, a día de hoy sigo peleando aún teniendo dudas y miedos.
El 2017 fue un año importante para mi, participé y gané el programa de televisión de Top Chef, una experiencia que me enseñó muchas cosas, sobre todo de la vida y de las personas.
Después todo se ha convertido en una vorágine por completo: nuevo local, nuevos proyectos, nuevos menús...
A nivel personal, me encantan los animales, sigo escribiendo, pintando y cantando. Por donde pueda y me dejen, básicamente.
Persigo aromas por el mundo y me gusta coleccionar zapatillas y cds.
Las pocas veces que tengo tiempo libre, disfruto de los que tengo cerca y nunca dejo de buscar estómagos que conquistar.
Laura Albert Monedero
Técnica de sonido, música y Làuder DJ
Nunca me hubiera imaginado controlando una mesa de mezclas. Hasta hace poco no sabía ni lo que era realmente, aunque siempre he estado vinculada a la música.
A los 18 años empecé a tocar la guitarra en casa. Mi hermano me enseñó algunos acordes y un amigo a leer tablaturas y algunas escalas.
Poco después entré a tocar en grupos y a componer mis propias canciones. En Ultrabotox era la voz y guitarra, en otros, como Cnidari, tocaba el bajo.
Tocar en grupos despertó mi interés por el sonido y decidí estudiar un ciclo formativo. Al acabarlo, Mafalda contactaron conmigo para que les sonorizara un concierto. Los directos me daban pánico pero decir que no sin probar no es mi política. Así fue como empecé a rodar. Solían llamarme como sustituta. Fui segunda técnica en Bacora. Después pasé por grupos como King Kong Boy, Novus Ordo y Deliri, y hace poco empecé a trabajar con Maldats y Pupil·les.
Tocar la mesa significa que tienes toda la responsabilidad en tus manos, que tu trabajo está a la vista de todo el mundo. Por eso me siento una más del grupo.
Desde la mesa, durante el directo, reconozco todos los gestos de mis compañeros, tenemos esa complicidad, me siento conectada. Un grupo es como estar en una relación, múltiple, muchas horas en la carretera, conviviendo, soportándonos, apoyándonos.
En el mundo musical y técnico, he tenido malas experiencias relacionadas con el hecho de ser mujer. Pero me alegro de haber continuado y de verbalizar cada vez que me ocurre algo. Visibilizarlo es un paso muy importante para romper la barrera del miedo.
Mi activismo dentro del feminismo vinculado a la música comenzó cuando, en 2010, creé Fusa Activa, un blog con una base de datos de grupos de música (mixtos y solo de mujeres). Intentamos fomentar la programación de estos grupos y crear referentes. Fusa se consolidó al tiempo, como ‘Colectivo musical-feminista’; pequeño, pero trabajador.
Mis próximos proyectos son crear un colectivo de sonidistas, y realizar talleres de sensibilización en colegios y contribuir, así, a plantar semillas libres de estereotipos y libres de discriminación en nuestro propio futuro.
Esther Nve Obiang
Cirujana general y del aparato digestivo. Unidad de Cirugía Hepato-Bilio-Pancreática del Hospital General de Granollers
Nací en València, de padres guineanos. La mayor de cinco hermanos. Mi madre, enfermera. Mi padre, ingenierio.
Máxima exigencia: esfuerzo, constancia, para prosperar hay que estudiar. Los estudios los ayudaron a superar obstáculos y lo mismo, o más, querían para sus hijos.
Supe que quería ser médica desde pequeña. Que sería relacionado con el aparato digestivo, desde cuarto de EGB, en clase de ciencias naturales. Que sería cirujana, desde que supe que podría curar con las manos.
El camino hasta el objetivo era recto. Mucho esfuerzo, pero recto. EGB, BUP, COU, Selectivo, Medicina, MIR, cirugía. Fuera de València, sí. Hospital mediano, bueno. Pero cirugía.
Sobre todo, en mi cerebro, no deshumanizarme. Los pacientes no son miembros, ni números de habitación, ni patologías. Nunca olvidaré el primer paciente al que hice desnudar para explorarlo. Tenía la edad de mi padre y lloraba de dolor, exponiendo toda su intimidad. Merecen el máximo respeto, delicadeza y empatía.
Y lo demás, también lo quería, como había visto en mi casa. Marido, hijos, un hogar. No sabía cuándo pero también lo quería. Nadie dijo que fuera fácil, pero tampoco tan duro y exigente.
Guardias, intervenciones prolongadas, reintervenciones fuera del horario laboral... No llego a tiempo a la salida del colegio, el niño tiene fiebre, el partido de fútbol por la mañana, los deberes, la ropa limpia, la nevera llena. Imposible sin mi marido.
El reparto de tareas es fundamental. Y soportar mi horario infernal, absolutamente necesario.
Otros proyectos: hay que seguir formándose, actualizarse, estudiar, escribir, la universidad, la tesis pendiente... Y además, también quería un hobby y tiempo para mí.
Con gran esfuerzo por parte de los dos, eso sí. Pero es necesario.
Correr me ayuda a desconectar de todo, para conectar de nuevo con más fuerza.
Patrícia Campos Domènech
Entrenadora de fútbol y expilota de reactor de la Armada
Soy una mujer y me siento feliz por ello. He vivido siempre en un mundo de hombres intentando romper las barreras mentales que nos han impuesto.
He sufrido la homofobia y el machismo pero lo he superado con las únicas ganas de querer ser más humana, de querer llegar más lejos.
Ya en el instituto empecé a trabajar para poder costearme la carrera, para mis padres no era posible hacerlo, así que decidí hacerlo yo. Trabajé en una hamburguesería, durante un tiempo hice encuestas, pasé por la radio, la televisión... Un poco de todo. Nunca he querido rendirme, no va con mi espíritu.
Soy rebelde y me gusta.
Aunque estudié Comunicación Audiovisual, tenía ya en la cabeza desde hacía tiempo el sueño de ser piloto. Me presenté a la oposición de la Armada para piloto helicóptero: fue una oposición muy dura pero con esfuerzo y perseverancia, lo conseguí. Tras un tiempo como piloto-helicóptero, me convertí en la primera mujer piloto de reactor de la Armada Española.
Durante esa época, me apunté al equipo de fútbol de la Armada Americana y me hicieron capitana, cosa que fue todo un honor porque para ellas es una posición muy importante. Acabada mi etapa como piloto militar en el 2013, me fui a vivir a Estados Unidos para poder ser entrenadora de fútbol femenino.
Con el equipo que entreno, todos los días aprendo muchísimo de ellas, tengo jugadoras que están en la selección absoluta y, para mí es un placer poder disfrutar del fútbol femenino profesional.
En 2015, decidí iniciar un proyecto personal en Uganda, le llamamos Goals for freedom, en el que a través del fútbol intentamos transmitir valores a niños, niñas y mujeres con sida.
Allí muchas de las mujeres no tienen derecho a la educación ni al deporte y el fútbol es un medio para que se socialicen y adquieran valores que puedan luego transmitir a su comunidad: confianza, liderazgo, comunicación, sentirse importantes...
Eso el fútbol lo hace muy bien. No se queda solo en el deporte, el fútbol es la excusa.
Hoy soy más yo, más mujer, más amante, más profesional porque me he atrevido a pensar en grande, a creer que una mujer podía ser piloto militar ¿por qué no?
Que una mujer podía dedicarse profesionalmente al fútbol ¿y quién le impide?
Que una mujer sola podía hacer soñar a un pequeña tribu de África ¿no vale la pena, al fin?
He sufrido, he llorado, he reído pero sobre todo he sido yo misma. Porque al fin y al cabo nuestra historia es la que vamos escribiendo a lo largo de la vida y, cuando miramos atrás, debemos sentirnos orgullosos de lo que hemos hecho pero, sobre todo, de lo que hemos sido.