Isabel la Católica fue infanta, princesa y luego reina de Castilla. Nacida en 1451 en Madrigal de las Altas Torres, en la provincia de Ávila, es hija de Juan II de Castilla e Isabel de Portugal.
Estaba muy unida a su hermano pequeño Alfonso de Castilla, y al morir su padre, cuando ella tenía solo tres años, ascendió al trono su hermanastro Enrique IV, con quien tuvo durante años una relación ambivalente de cariño y odio.
Su amiga del alma era Beatriz de Bobadilla, dama del séquito de su madre e hija del alcalde de Arévalo, lugar donde se crió en y en donde su madre vivió recluida al sufrir un ataque de locura.
Juana de Avis, segunda esposa de Enrique IV, intrigó contra Isabel y consiguió que ella y su hermano fueran obligados a vivir en la Corte cuando anunció la noticia de que estaba encinta tras siete años de matrimonio.
Los cronistas afines a Isabel coinciden en remarcar seis de sus cualidades: la bondad, la fortaleza, el espíritu religioso, la inteligencia, la elocuencia y el autodominio.
En las distancias cortas la infanta podía ser tierna y compasiva con aquellos que la querían o estaban en su entorno. Pero a gran escala, Isabel no se doblegaba ante nada ni nadie que obstaculizase sus objetivos monárquicos. Era religiosa y defensora de unos valores morales que muchas veces no veía reflejados en los representantes de la Iglesia.