Lee las cartas de despedida al 2020 de quienes han luchado y sufrido en primera línea la Covid-19

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2020, el año en el que tuve que echar el cierre después de 15 años de trabajo

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Por Elena Meis, hostelera y miembro de la asociación de Hostelería de Pontevedra, Poio y Marín (HOEMPO)

Adiós, 2020, el año en el que tuve que echar el cierre después de 15 años de trabajo, en los que tan solo voluntariamente parábamos algunos días y en distintos meses para disfrutar de un merecido descanso, tras incansables jornadas alimentando, literal y espiritualmente, tantas vidas y tantas historias compartidas.

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Lab RTVE, 2020Imágenes del local de Elena Meis, ubicado en Pontevedra, cerrado por las restricciones. Fuente: Elena Meis

Yo era un mero agente del sector servicios, pero supongo que tú no eres consciente de lo que significaba mi trabajo. No te preocupes, te lo explico: en una cafetería no se vende un café, nosotros servimos un desayuno; al igual que compramos ese pescado fresco en la plaza que transformamos en comida, esa carne de la carnicería que se convertirá en el pincho de callos que te regalamos con el vino. Porque no vendemos vino, cerveza o copas, te servimos una caña, una copa de vino o una bebida espirituosa que acompañará tu momento de ocio. No solo tenemos un negocio que mantiene a nuestros empleados y a nuestras familias, somos el motor económico de muchos sectores relacionados con nuestra actividad.

Sin embargo, este año nos han castigado, primero a todos y luego a nuestro sector. Este año hemos sido criminalizados y juzgados sin pruebas fehacientes que argumenten la pena impuesta. Por eso, tenemos más ganas que nunca de que desaparezcas y dejes paso al Año Nuevo, para volver a empezar, algunos de cero y otros de menos 10, pero con las mismas ganas con las que empezamos. Hace ya tantos años de aquello que sólo nos quedan diáfanos recuerdos y una ilusión difuminada por los golpes recibidos durante tu efímero reinado.

Lab RTVE, 2020Una camarera sirve la bebida en la mesa de la terraza de un restaurante en Murcia. EFE/Marcial Guillén
Lab RTVE, 2020Una camarera se prepara para llevar el pedido delante de unas cintas de seguridad que impiden consumir en barra. EFE/Antonio Gallego

Durante este tiempo hemos desinfectado, aislado mesas, rebajado horario, amonestado a clientes para que no fumen, para que pongan la mascarilla… en fin, hemos cubierto sobradamente nuestras competencias y algunas que no lo son tanto, y aun así, nos han cerrado de la forma más canalla, nos han quitado nuestro sustento y nuestra única forma de ganarnos la vida, nos han quitado la posibilidad de trabajar, de producir, de generar ingresos, en definitiva, de vivir. Lo único que no nos han quitado son las cotizaciones, las tasas, alquileres y un largo etcétera de pagos que no sabemos cómo afrontar.

Pero mientras hemos estado cerrados (para controlar una pandemia de la que parecemos los únicos culpables), los casos seguían incrementándose, porque nuestros establecimientos estaban controlados y a la vista, pero nadie sabe lo que pasa de puertas adentro en los senos familiares (y no tan familiares).

Hacen cribas de PCR a hosteleros y empleados con resultados de positivos irrisorios y tan nimios que apenas han tenido repercusión mediática, pero seguimos siendo culpables y, de repente, “medidas de alivio a la hostelería”: 50 % de terraza (para los que la tienen) en pleno diciembre y con lluvias y 30 % dentro, hasta las cinco de la tarde. Lo siento, querido 2020, apenas recuerdo la mueca que debe realizar mi cara para poder siquiera esbozar una sonrisa. ¡Un 30 % y mitad de horario!, aplicando esta proporcionalidad al sueldo de un político ¿en cuánto queda? Yo no sé calcularlo, pero les invito a hacerlo.

Nosotros, los hosteleros, somos locales de ocio, entretenimiento, distracción, no sólo de cafés y comidas. A lo mejor me he perdido algo, pero normalmente la gente se relaja a partir de la tarde, tras el trabajo (que no todos acaban su jornada laboral a las dos de la tarde).

Lab RTVE, 2020Un camarero sirve una paella en una terraza de un restaurante de la playa de la Malvarrosa de Valencia. EFE/Kai Försterling

A pesar de todo esto, contigo 2020 he recordado un aprendizaje relegado al olvido: he recuperado la capacidad de lucha, la resistencia, el esfuerzo llevado al extremo de lo impensable y he acogido un nuevo término que impera en mi vida: la resiliencia.

También serás recordado por ser el año que nos hicimos conscientes de algunos valores que teníamos olvidados, porque gracias a un infortunio común, somos muchos los que ahora remamos en el mismo barco, muchas veces a contracorriente (porque no nos lo ponen fácil), pero siempre con una meta clara. Nunca nuestro sector había estado tan unido, luchando por un fin común, dejando a un lado el yo para formar un nosotros, levantando al que cae y empujando al que se va quedando sin aliento, formando un todo con pequeños pedazos que se hubiesen quedado en el camino.

Cuando echamos la vista atrás, antes de que el carrillón nos anuncie que el año presente pronto será pasado y el futuro empiece a hacerse realidad, intentamos traer a la mente ese recuerdo feliz que presidirá venideras conversaciones entre amigos, ese pensamiento que esbozará sonrisas escondidas. Pero tú, 2020, has sido demasiado corto y eterno a la vez, te has quedado con mi vida, mis recuerdos y mis sueños, resumiendo 365 días en incertidumbre y desolación.

Quisiera pensar que la canción que resumiría las inquietudes y el sentir de los que inmersos en el desaliento no podían ver el final de tan nefasta odisea sería la tan versionada Resistiré del Dúo Dinámico, pero yo no he podido dejar de pensar en esos propietarios, trabajadores y consumidores de nuestros negocios en esos Bares qué lugares… que Gabinete Caligari inmortalizó en su famoso Calor del amor en un bar.

Y es que mi mayor deseo para el año que vendrá, ya estaba escrito de forma premonitoria por el incombustible Andrés Calamaro cuando cantó su famoso brindis a los que vuelven con las luces de otro día, sin olvidar pedir que la salud no falte a toda la humanidad.

Porque, al fin y al cabo, y aunque la edad ya no acompaña al pensamiento, todos debemos poder disfrutar del libre albedrío que nos permita volver al alba o planificar un encuentro más allá de las once, con un número indeterminado de personas con las que disfrutar de esos momentos que necesitamos recordar antes de que doce campanadas releguen al 2021 al rincón de los recuerdos que formarán una historia… mi historia.

Lab RTVE, 2020Un camarero desinfecta una de las mesas de la terraza de un bar en Madrid. EFE/Kiko Huesca

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