Lee las cartas de despedida al 2020 de quienes han luchado y sufrido en primera línea la Covid-19
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Adiós 2020, el año que no cuidamos de quien nos cuida

Por Gabriel Heras, médico intensivista y director del Proyecto HU-CI
Adiós 2020, el año que nos cambió la vida. Un año que nos ha enseñado que somos vulnerables y tenemos que aprender a abrazar la impermanencia. Pensábamos que la vida era de una manera y una partícula microscópica le ha dado la vuelta a todo.
He vivido como médico intensivista dos ‘primeras olas’: la de Madrid y la de Andalucía. He pasado la enfermedad y he sobrevivido, algo que por desgracia no pueden decir un número de personas que nunca sabremos cuántos son.


Al final estoy “agradecido” al bicho porque me ha permitido desplazarme a la ciudad donde está mi mujer. Me he cambiado de trabajo, he escrito un libro y he grabado un documental. Un año completamente surrealista. El momento más duro del año fue el 27 de marzo, en plena primera ola, cuando me dijeron que tenía COVID y el aislamiento me impidió ver a mi hija el día de su cumpleaños.
2020 me ha permitido difundir mi proyecto, la humanización de los cuidados intensivos, a gran escala, hasta llegar al público general. Ya nadie puede decir que no es necesario porque mucha gente lo ha sufrido.

Lo más difícil de nuestro trabajo es la comunicación. Imaginad hacerle entender a una persona, que lo único que hace es preguntar, que lleva dos meses en coma y que el mundo es otro. El mayor arte de la medicina es la comunicación y es un gran debe de la asistencia sanitaria. Se nos entrena en aspectos técnicos, pero no en las mal llamadas habilidades blandas: escuchar, dar malas noticias, acoger o acompañar.

Para los sanitarios, 2020 ha puesto de manifiesto para toda la población algo ya sabíamos: nadie cuida de nosotros. Es el año en el que se ha visto que los hospitales son lugares muy poco hospitalarios para los profesionales.
La medicina no es una cadena de montaje y, con el pretexto de que es vocacional, tenemos la sensación de que todo vale. Pero el chicle se estira hasta que se rompe.
Los profesionales sanitarios sentimos orgullo de nuestro trabajo, pero estamos extenuados. Ángela Alonso, una compañera de Fuenlabrada, nos define como el juguete roto de un superhéroe, gastado de tanto uso. Nosotros no tenemos recambio: las autoridades y la sociedad tienen que tomar conciencia de la importancia del cuidado y la sanidad.
Todos los meses me llegan solicitudes de apoyo psicológico de jefes de servicio de toda España que dicen que sus profesionales están quemados. En 2021 llega la pandemia de la salud mental: profesionales con ansiedad, depresión y trastorno del sueño. La mitad de los pacientes han acabado falleciendo después de mucho trabajo y eso genera mucho distress moral.
Me gustaría decir que hemos aprendido, pero nos ha penalizado una falta de liderazgo efectivo y que 17 comunidades autónomas decidan sobre sanidad. No nos hemos enfocado en el bien común, sino en el bien local: el de una población o incluso un hospital. Ha sido una crisis de solidaridad. La gran lección es que tenemos que ser más solidarios y que todas las vidas valen lo mismo.

Siempre recordaré como la banda sonora de este 2020 la canción que me acompañó durante la primera ola fue la versión de Sérgio Mendes y The Black Eyed Peas de “Más que nada”. La poníamos en la UCI para romper la monotonía de ver pacientes sin parar y mejorar el ambiente. La pandemia era como un tsunami que evolucionaba en silencio, como a cámara lenta. Y la música servía para distender el ambiente y romper esos momentos de ensimismamiento, en los que pacientes, familiares y sanitarios intentábamos vencer nuestro propio sufrimiento.
Algunos dicen que eran felices y no lo sabían, pero yo era de los que apreciaba ya la vida antes de la pandemia. Así que a 2021 solo le pido que vuelva la vida maravillosa que teníamos antes, que podamos tirar las mascarillas al cubo y estar abrazados con la gente que queramos.
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