Vanguardias rusas: feminismo y ruptura
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Cultura Por Ana Belén García

Vanguardias rusas: feminismo y ruptura

La Fundación Mapfre bucea en las vanguardias rusas en una de las muestras destacadas del año. A continuación, algunas de las claves sobre este movimiento y su huella en el arte.
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La revolución de los lenguajes

Las vanguardias, que suman muchas corrientes, arrancaron a principios del siglo XX y alcanzaron a todas las disciplinas desde el diseño gráfico a la escultura o la fotografía. Fueron la reacción de un grupo de autores rusos y ucranios al entusiasmo de la Revolución de 1905. Avecinaban un cambio, viajaron a París y bebieron del 'fauvismo' y del impresionismo aunque respondían refractarios a su dominio del color. 

Crearon sus propios lenguajes amoldados a las tradiciones culturales autóctonas: del campesinado eslavo a la arquitectura de las iglesias ortodoxas. Encabezan estas ansias de ruptura Marc Chagall, Kazimir Malévich, Natalia Goncharova, Liubov Popova, El Lisitski, Vassily Kandinsky o Alexandr Ródchenko, entre otros muchos artistas.

“Supuso el sentimiento de una libertad reencontrada. El arte dejó de ser una sumisión para ser una conquista de un nuevo mundo, tal y como dijo André Malraux”, explica Jean-Louis Prat, presidente de la Fundación Chagall y comisario de la exposición de Madrid que exhibe 90 pinturas de 27 creadores. Foto:'Dos jinetes y figura reposando', 1909.Kandinsky, Merzbacher Kunststiftung, Suiza.

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El poder de las mujeres artistas "ni musas ni compañeras"

Un rasgo específico de las vanguardias rusas es la gran cantidad de mujeres artistas que participaron en rigurosa igualdad con sus colegas hombres. Una inédita feminización del arte a la que se anticiparon. “No son musas, no son compañeras y revolucionan al igual que los hombres. Exponen, crean y debaten de igual a igual. Hay muchísima obra y no se puede hablar del movimiento sin ellas”, responde a RTVE.es Nadia Arroyo, directora de cultura de la Fundación Mapfre. Los inicios los marca el neoprimitivismo popular con síntesis de formas en una reacción contra el simbolismo.
Lo impulsan Mijaíl Lariónov y su esposa, Natalia Goncharova que ahonda en el rayonismo (rayos de colores que con su ritmo configuran el espacio) y es precursora del neocubismo. Goncharova [Una de las autoras más cotizadas del mundo según Artprize] es una de las figuras capitales de la corriente. Pero no es la única, a su altura están Liubov Popova con sus "arquitecturas pictóricas" que guardan cierta relación con los collages de Picasso y Braque, Aleksandra Ekster, Nadiezhda Udaltsova o Varvara Stepánova.

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Dos polos opuestos: Chagall y Malévich

En este hervidero cultural de experimentación convivían dos líneas opuestas representadas por Chagall y Malévich que se adelantaron a la modernidad. El primero se inspiró en las raíces populares rusas y la vida campesina, influido por el expresionismo y el cubismo. Creó un arte surrealista y metafórico en el que combinó los recursos de la plástica contemporánea con los reinos encantados de los cuentos rusos.

El impulso de Malévich es más radical y camina directo a la abstracción geométrica desvinculada de la realidad pero donde prevalece “la sensibilidad pura”. En vísperas de la Revolución Rusa fundó el suprematismo que pretendía reducir la pintura a su mínima expresión y aglutinó a un grupo de jóvenes creadores. También tiende hacia la abstracción Kandinsky, que se subió a la ola de las innovaciones del expresionismo alemán en una filosofía musical y espiritual. Foto: EFE /'Sobrevolando la ciudad'.Marc Chagall.

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El “punto cero” de la pintura

En la muestra de artistas rusos de 1915 '0.10: Última Exposición Futurista', Malévich presenta la icónica 'Cuadrado negro sobre fondo blanco' que se convierte en el ejemplo más importante del suprematismo, símbolo de toda su obra y causa de escándalo.

Representa la máxima destilación de la pintura: mínimo color, de elementos figurativos y de perspectiva. Un nuevo espacio pictórico en el que al espectador se le niega por completo la visión. Luego vendrían la cruz y el círculo.

Ruptura total y huella evidente de cómo han marcado las vanguardias rusas la historia del arte. El “cuadrado” es frecuentemente invocado por críticos e historiadores como el "punto cero” de la pintura moderna, parafraseando al propio autor. La imagen definitiva que confirma a la obra como el icono supremo y cierre de un mundo e inicio de otro, es su presencia en el funeral de Malévich, en 1935, instalado inclinado sobre el catafalco donde yacía el cuerpo del artista. Foto: Fundación Mapfre. Kazimir Malévich. 'Cuadrado negro'.

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El constructivismo

Lissitzky, junto a Rodchenko o Stepanova, también se dejaron influir por el constructivismo de Vladímir Tatlin, que emergió especialmente tras la Revolución de Octubre y cuyos postulados utilitarios buscaban un nuevo arte para el hombre soviético. 

Para ellos, la pintura convencional anterior, hasta 1921 y creada sobre caballete, es una especie de laboratorio experimental a partir del cual crearon nuevas formas que aplicaron racionalmente a muebles, vestidos, tejidos y diseños teatrales basados en una nueva concepción arquitectónica: es, de alguna manera, la declaración de muerte a la etapa artística previa. 

Aquí los objetos hablan por sí mismos y renuncian a la espiritualidad. Mientras que el constructivismo se generalizó a nivel internacional, en la URSS el régimen soviético y Stalin acabaron con la libertad artística e impusieron el realismo socialista como línea oficial, arrancando de raíz esta oleada creativa. Foto:
Alexandr Ródchenko 'Composición', 1918. Galería Estatal de Bellas Artes, Perm, en colaboración con el Museo Estatal y Centro de Exposiciones ROSIZOINV.