ASÍ FUE EL TSUNAMI
Por Estefanía de Antonio
Apenas quedaban dos minutos para los ocho de la mañana del 26 de diciembre de 2004 cuando la tierra tembló a 3.000 metros de profundidad en el Oceáno Índico, a 120 kilómetros al oeste de Sumatra. Fue el último amanecer para 230.000 personas.
El tsunami arrasó las paradisíacas costas de Tailandia, Indonesia, La India, Sri Lanka y otros archipiélagos del sureste asiático.
El terremoto de Sumatra-Andamán es el tercer seísmo más grande registrado en la historia y el más duradero, entre 8 y 10 minutos.
De intensidad 9,3 en la escala Richter, liberó la energía de 23.000 bombas atómicas como la de Hiroshima, una potencia suficiente como para hacer que el planeta vibrara un centímetro. Olas de hasta 20 metros viajaron por el océano a 700 kilómetros por hora, la velocidad de un avión a reacción. Las más pequeñas llegaron a 5.000 kilómetros del epicentro, hasta Somalia.

Imagen aérea de una playa cerca de la ciudad de Madrás (India) que muestra cómo el agua se retiró antes de llegar la gran ola. Foto: REUTERS/Babu.
El movimiento sísmico elevó el fondo marino varios metros sobre una superficie de miles de kilómetros cuadrados ocasionando un maremoto que engulló ciudades enteras. Cambió los mapas. Los primeros en sentir su fuerza fueron los habitantes de Banda Aceh, en Indonesia. Los supervivientes recuerdan que la sacudida se escuchó como el rugido de un tren de carga. Un instante después, nada quedaba en pie. Todo se vio reducido a agua, lodo y cadáveres.
De las 230.000 personas que, se estima, perdieron la vida, 43.000 siguen desaparecidas. Pero aún hoy no hay una cifra oficial de muertos. La magnitud de la tragedia hizo que se dejaran de contar cadáveres. Muchos cuerpos fueron enterrados en fosas comunes, sin identificar. No hubo dignidad en la despedida.
Indonesia fue el país más afectado. Allí murieron 165.000 personas. Televisión Española fue uno de los primeros medios internacionales en llegar a la zona cero del tsunami. "Las calles ya no existían, se habían transformado en superficies inundadas donde aparecían encallados barcos pesqueros que las olas gigantes lanzaron como proyectiles", recuerda Almudena Ariza.
Los primeros días todos los focos se habían centrado en Tailandia, donde el desastre sorprendió a los miles de turistas que disfrutaban de las vacaciones navideñas en los complejos de lujo de las idílicas playas de Phuket o Khao Lak.
Las imágenes de videoaficionados grabaron la mayor crisis humanitaria desde la Segunda Guerra Mundial.

Los suecos, británicos, alemanes, en definitiva todos los que pudieron pagarse un pasaje de avión, pronto abandonaron el infierno. Con su trauma, sus escasas pertenencias y en muchos casos el dolor de haber perdido a un ser querido. Allí, en una postal de devastación, dejaron a las víctimas más invisibles: los camareros birmanos sin papeles, los pescadores indonesios sin barcas, los profesores de Sri Lanka sin alumnos.
Cientos de cadáveres siguieron durante días abandonados en las calles, en los ríos, junto a puentes destruidos, bajo las casas pulverizadas. En Banda Aceh el esfuerzo era tan ingente que los equipos de rescate tuvieron que echar mano de elefantes asiáticos para recuperar a los muertos. Apelaron a su fuerza para mover escombros y a su instinto para oler la vida. Y también la muerte.
En medio de tanta desolación los supervivientes vagaban sin rumbo. Aferrados al último recuerdo de sus familiares y amigos, desaparecidos entre las olas. "Madre" fue el grito que oyó Yilda tan sólo un instante antes de sumergirse en un mar de maderas y angustia. El agua le arrebató de entre sus brazos a su hijo. "También perdí a mi padres y a mi madre, a mi hermana mayor y a mi sobrina. Todo quedó destruido", dice al equipo de TVE que, diez años después, ha vuelto a Banda Aceh a tomarle el pulso a la generación tsunami.
Cinco millones de personas en 12 países se quedaron sin lo más básico. Sri Lanka y la India fueron los dos países más damnificados, después de Indonesia. Somalia, Bangladesh, Seychelles, Maldiva, Kenia y hasta Tanzania recibieron el impacto del tsunami. En todos hubo muertos.
Más de un millón de personas perdieron sus hogares. Los más afortunados pudieron refugiarse en campamentos de desplazados. Los niños fueron doblemente golpeados. 35.000 menores quedaron huérfanos sólo en Indonesia, expuestos a la prostitución y a la explotación.
Pero el sureste asiático ha logrado rehacerse. La otra cara del tsunami fue la marea de solidaridad que en pocos días fluyó desde todas partes del mundo. Una recaudación de 14.000 millones de dólares que ha transformado la región aunque aún haya cicatrices abiertas
Apenas quedaban dos minutos para las ocho de la mañana del 26 de diciembre de 2004 cuando Leo cogía su taxi en Banda Aceh, Lucía salía a bucear en las Maldivas, y Harlina paseaba por última vez con su marido y sus tres hijos.
Estas son sus historias.