CARTA VICENTE ALEIXANDRE, (1940) - 2
estático, lo sé, pero tangible. Sobre la que apoyar mi cuerpo, sintiendo un descanso, y donde musitar unas palabras, que resbalaran como lágrimas quizá, mientras el corpóreo muro no me hería, sino que permanecía como una gran verdad comprobable. Sí, tengo ansia de un muro grande, encalado, brillador, sobre el que apoyar mi frente desengañada. No tengo nunca descanso. La renuncia de cada día, el asalto a mi pecho, de cada día, de todos los gritos del mundo, lobos que de mí se alimentan, erizados hocicos que en redondo me cercan y me gritan mi soledad, me tienen muy lastimado. Un agua dulce me haría falta, sobre la que tenderme, con un foso delante que me defendiese, porque hay días que no puedo más. Porque yo no nací para este mundo, está visto, aunque tan desesperadamente lo amo. Cuando pienso en el libro en el que ahora a ratos vengo trabajando, si eso es trabajar, pienso en el título que llevará quizá un día. Se llamará posiblemente «Sombra del Paraíso». Y bien sé que la sangre que lo regará vendrá de esta tierra, en la que habito; aunque su cielo luminoso, su esplendorosa luz superior serán de arriba, de mi celeste reino, en donde nací y para el cual nací..., y que recuerdo. Porque yo siempre recuerdo. Hasta cuando poeta vaticino, lo que hago es recordar, sólo que no lo saben. Y mis supuestas invocaciones proféticas, son visiones del reino de donde vengo.
Foto: RTVE