Alberto García-Alix La línea de sombra
Años 70/80
Nos situamos a mediados de los años setenta. García-Alix acaba de abandonar sus estudios de Derecho y se pasea por la vida con desparpajo y rebeldía, buscando los encuentros que marcarían los pasos de su incipiente devenir. Fernando Pais se cruza en su camino; ambos habían abandonado la casa de sus padres y deciden mudarse a vivir juntos a un piso en la calle Encomienda, junto a la plaza de Cascorro. Allí montan su primer laboratorio fotográfico.
En esa misma época entabla amistad con el dibujante Ceesepe con el que monta un puesto los domingos en el Rastro para vender cómics “underground” de amigos y dibujantes incipientes como Nazario o el propio Ceesepe. Editan además, ejemplares pirata de la revista americana Zap, con autores como Spain Rodríguez, Clay Wilson o Robert Crumb, que artesanalmente piratean fotocopiando los originales e insertando en sus bocadillos traducciones realizadas por su amigo Moncho Alpuente. Así nace la Cascorro Factory, la primera de muchas experiencias editoriales de un García-Alix inquieto, curioso y ciertamente emprendedor.
Se junta así un grupo de jóvenes inquietos que se acercan al arte desde diferentes formas y formatos sin inhibiciones, con ganas de experimentar: El Hortelano, Ouka Lele en Madrid; Mariscal, Nazario en Barcelona. Con ellos coincide García-alix en aquellos años, que marcarían el curso de sus vidas artísticas en adelante. También su pareja en aquel momento, Teresa, le acerca a un universo underground con gente un poco mayor que él que experimentaban por igual con la creación y con las drogas. Eduardo Haro, Leopoldo Panero y otros que ya en aquella época representaban la referencia para la generación más joven, resultaron el precedente de lo que luego explotó en los años 80.
Si bien Alberto no tenía pretensiones de intelectual, una juventud rodeada de literatura y su posterior fascinación por la imagen van forjando poco a poco una potente combinación. Curiosa es, por tanto, esta primera experiencia con el cómic, un medio de expresión afín por directo y desenfadado, de base narrativa y secuencial. No tardan en llegar sus primeros escarceos con la imagen cinematográfica a través de un corto encargado por TVE (La Edad de Oro) que dirige junto a su amigo Ceesepe, El día que muera bombita (1983), y un año más tarde No hables más de mí (1984), corto en el que aparece como improvisado protagonista y que también dirige. Piezas de aire juvenil con las que da salida a una incipiente necesidad de contar.